jueves, 24 de enero de 2013

Noticia en desarrollo

¿Qué es esto que viene para acá? ¿Una tormenta de verano? ¿Una crisis del porte de los asteroides? ¿Una tormenta solar?

No lo sabemos, pero estamos seguros de que viene. Las noches no son calmas. Es claro que la oscuridad oculta cosas. La penumbra tiene una intención evidente, que las nuevas luminarias municipales no alcanzan a esconder. Entonces, avanzamos desconfiados entre los callejones de siempre.

Además del rugido habitual del apuro en avenidas y carreteras, se intuyen otro tipo de estruendos que no podremos identificar jamás. O a lo mejor (lo peor), son sólo susurros de la muchedumbre, que lentamente sale de su silencio ancestral, para construir poco a poco el aullido definitivo.

El tiempo atmosférico también tiene cosas que decir. Y es que después del crepúsculo, nos sopla un viento tibio que arrastra billetes y pelucas. Se supone que el clima nos presenta una estación determinada para entender el curso de las cosas. Pero no nos engañemos: este no es el verano que nos ofrecieron en promociones y publicidades. Y no hay nada que hacer, solo dejarse inundar o resecar, según vaya correspondiendo.

La cosa sigue así entonces. Las mascotas miran inquietas hacia el cielo, agazapadas bajo cartones viejos. Los gatos solo quieren ser invisibles. Los perros no saben si morder a sus amos o moverles la cola, con esa alegría atávica que aprendieron hace diez mil generaciones.

Las parejas caminan de la mano pero es pura inercia u otra mecánica similar. Es cosa de poner atención al eco que ofrecen esos pasos secos sobre los adoquines. El amor se pone herrumbroso si no lo bañan con aceites y salivas. Y para la mayoría, es más fácil dejarse llevar por la termodinámica del hastío que ponerle besos y versos al despeñadero donde se ha nacido.

En los hoteles parejeros de la comarca, los amantes tampoco están mejor. Se acurrucan el uno contra el otro, más por espanto que por deseo. Y hay que saber mirar entre lo turbio para cruzar ese umbral, ya sea de entrada o de salida, mientras alguien paga el precio a un indolente conserje que repasa un diario con noticias verdaderas (las peores).

¿Desde cuando es tan temprano? ¿No es que el mundo se había acabado? ¿Pasamos de largo? Todo no es más que otra noticia en desarrollo.


Pablo Padilla Rubio

martes, 22 de enero de 2013

Los decepcionados (un libro que acabo de leer)


Los decepcionados. Un libro de verdad. No sólo por la verdad de su existencia física. Un libro de verdad por la materia prima de palabras que salen como meticulosos borbotones. Palabras que se acomodan entre las grietas resecas de la mente. Y que la refrescan.

Los decepcionados. Poesía del camino. Desde el camino. En camino hacia una decepción en verso donde hasta el verbo más apacible sabe apuñalar.


Los decepcionados. Un libro de verdad, escrito por Federico Araya, de Argentina. No sabemos más de él que lo que la última página nos avisa, en una incierta reseña de vida. O sabemos demasiado, después de repasar las páginas de su libro. Un libro de verdad.

Los decepcionados. Un libro con una materialidad punk magnética que compramos en una acera de Viña del Mar. Con tapas de cartón vinero y restos de óxido recogidos en el camino que va desde el silencio hasta la voz que se oye al abrirlo.

Los decepcionados. Un libro sin decepción posible.

Contacto para tenerlo:



Pablo Padilla Rubio




y juego con tus dedos




y juego con tus dedos
que no están aquí:
soy el más ciego de los torpes

-imaginando en tus
auesencias la caricia-

¿qué puedo hacer?
contar las horas
con mis propios dedos



Pablo Padilla Rubio









 

y el verso se acumula





y el verso se acumula
desde un día hasta su noche:
la luz cae a pedazos
y en medio de lo oscuro tú me salvas
de seguir en el dolor
y me salvas entre el humo
que no deja de flotar acá



Pablo Padilla Rubio










 

el vino de tu casa




el vino de tu casa ya me dijo:
tiene celos de mi propia boca
que te roza cada día de estos

el vino de tu casa está cansado
de soñarse entre tus labios
-tiene frío y dice que no llegas-

el vino de tu casa
es mucho menos dulce
que cualquiera de tus besos




Pablo Padilla Rubio








 

lo que supimos


lo que supimos
es amar

nos manejamos en eso
hasta tarde o muy temprano

y enviamos panes dulces
a los mares más secretos de la luna

casados con la estrella de aquí
soplamos el uno en la boca del otro

lo que supimos es respirar
cuando ya ni había aire

nadar entre la arena
con gestos como de abrazarse

nos salvamos
cada vez




Pablo Padilla Rubio