PRIMERA PARTE: ANTES DE PARTIR:
Y claro: el motivo central del recital era celebrar esos
diez años de “romance” entre la banda de Mataderos y el público chileno. Y uno
se preguntaba en qué parámetros se iba a mover el asunto, si la nostalgia o el
festejo; si el balance o la amistad. Porque, más allá de melancolías vanas, el
saldo de esta fecha es mucho más que cifras (que las hay: 12 conciertos de La
Renga en Chile, 3.654 días desde aquel 19 de octubre de 2002, 70.000 personas
aproximadamente de convocatoria en todos estos años, en fin).
Este es un asunto de corazones y almas. ¿Y cómo se mide eso?
¿Pulsaciones por minuto? ¿Metros cúbicos de oxígeno consumidos en el jolgorio?
¿Litros y litros de cerveza? ¿Decibelaje? Nada da cuenta de esto. Nada.
En fin. Entre meditaciones y datos vagos, uno ya está en el
lugar de los hechos, tras las barreras. Y empieza a disfrutar del suceso. Hace
un rato estuvimos con la banda en el hotel “de concentración”, donde la
sensación era mezclada. Por un lado, todos mostraban evidente cansancio, debido
a la intensa agenda de las últimas semanas. recitales en Perú, Colombia y el
interior de Argentina consumían los recursos físicos de la banda. Pero la
disposición era la mejor para hacer de esta noche un momento irrepetible. Me lo
decía el Gordo Gaby (manager de La Renga): “Yo estoy feliz. Feliz con lo que
hemos logrado acá. Chile es un lugar donde tenemos nuestro segundo hogar. Y me
refiero a sentirnos en casa fuera de casa. No sólo por la tranquilidad y
seguridad de trabajar con la gente técnica, sino que a la onda que respiramos
acá. Somos locales”.
En diez años de recurrentes visitas, la producción se ha
vuelto más profesional, lo que ineludiblemente hace que tienda a ser más
hermética en relacionar a la banda y sus fieles locales. Porque en su primera
visita era mucho más permeable que hoy el filtro que separa a los músicos del
público. Pero ahora, ese hermetismo siempre encuentra el punto débil en la
relación que los mismos músicos mantienen con los rengueros más fanáticos, Los
Mismos de Siempre. Así, pese a controles y chequeos, siempre está la ocasión de
poder tomarse una foto con Tete, Manu, Chizzo o Tanque. Siempre la ocasión es
propicia para conversar un rato con ellos y abrir el corazón. Sabemos bien de
eso.
En la memoria quedan ocasiones impagables. Horas antes,
acompañamos a Manu en el ensayo de sus partes de saxo, una especie de
calentamiento previo, donde recorrimos los recovecos del hotel para encontrar,
allá en el fondo del edificio, un salón de eventos casi abandonado, donde el
saxofonista titular probó el poder de sus pulmones antes del recital.
Otro momento impagable fue el llegar al recital en la misma
van en que viene Chizzo, Manu, Tanque más el familión que son el equipo técnico
de apoyo. Y la sensación es grata: hacer un pequeño tour por la ciudad, desde
el hotel hasta el lugar del recital, escuchando anécdotas como la de Miyo
(sonidista y guitarrista de excepción de la banda), quien cuenta un backstage
con Charly García donde los protagonistas eran un secador de pelo y un extraño
polvo blanco que impregnó al rockstar.
La Renga no es mucho de dar entrevistas, y no lo hicimos,
sino que más bien preferimos la relación habitual de compartir y conversar
distendidamente antes, durante y después del recital. Tal cual como a ellos les
gusta hacer las cosas: con amistad y cariño. Así uno va recabando uno que otro
dato, entendiendo que el mero “periodismo de espectáculos” o algo similar no da
el ancho para cubrir a esta gente linda.
En fin. Está la idea de sacar un DVD de este recital, idea
que depende de cómo haya quedado la grabación, hecha a 8 cámaras, para definir
la salida del recital en formato audiovisual. Entre todo, pudimos apreciar la
guitarra Fender Telecaster que Chizzo lució durante gran parte del concierto,
instrumento que “heredó” de un grande: Pappo, el entrañable Carpo, un amigo eterno
del grupo. Qué mejor señal de que para La Renga la amistad y el afecto es
central. Y ni la muerte ni la distancia lo detiene.
SEGUNDA PARTE: EN EL OJO DEL CAUPOLICÁN
Y esa alma que le imprimen a lo que hacen, queda más claro
que nunca al verlos en el escenario. Cuando las luces se encienden y los
amplificadores están a tope, las palabras pasan a ser redundantes. Los datos periodísticos quedan de lado, la
ponderación se olvidó y sólo queda entregarse a este gran banquete.
Era más o menos esperable que el teatro Caupolicán fuese
como una gran caldera de rock y entusiasmo, pero lo del 19 de octubre de 2012
superó todas las expectativas. Personalmente, no veía el recinto así desde que
Muse se presentó allí hace unos años. Literalmente copado, con unos cientos de
personas que estaban afuera del lugar, rogando a los dioses por una entrada.
El festejo fue total. Con un set list extenso y poderoso, el
recital estuvo totalmente exento de melancolía para privilegiar la fiesta
intensa. Fueron dos horas veinte minutos de show, con un pequeño intermedio,
donde lo que se vivió fue como si uno mezclara los discos “Insoportablemente en
Vivo” más “El ojo del Huracán”. Un lujo bailado, cantado y celebrado por los
miles que llegaron hasta el teatro de calle San Diego.
Es difícil definir cuáles fueron los momentos más altos de
la jornada. Si desde la partida, con el energético tema ‘Panic Show’, la cosa
pintaba para buena. La verdad es que la intensidad no paró nunca, ni siquiera
con temas más lentos (que los hubo, pero pocos). Si tuviera que elegir un punto destacable, me
quedo con los tres temas acústicos. Porque es notable como La Renga pudo
mantener la emoción y la fuerza desde el formato desenchufado, con Chizzo y
Tete en guitarras “criollas”, Tanque con cajón peruano y Manu en armónica.
Especialmente sentida fue la versión que hicieron de ‘La nave del olvido’,
coreada a puro pulmón por todos en el recinto.
Al igual que en la anterior visita (Velódromo, enero de
2012), La Renga tuvo a un invitado histórico del rock argentino: Nacho Smilari,
guitarrista de grupos tan emblemáticos como Vox Dei y La Pesada del Rock and
Roll, entre otros. Desde el peso de su guitarra, se sumó con electricidad y
sabiduría rockera a la celebración.
Pocas veces un recital puede mantenerse intenso y feroz
durante más de dos horas. De verdad que es extraño, y a veces pareciera que el
cuerpo de los asistentes no va a dar. Pero esta noche eso fue real. Un
auténtico jolgorio que solo tiene que seguir. Un huracán de gente, pero en Santiago de
Chile. Con su ojo en el Caupolicán.
La calidad del sonido estuvo a la altura de la ocasión,
potente, nítido, a ratos arrollador. Fueron muy pocas las fallas, por ahí
alguna desconexión de un instrumento en medio del furor sobre el escenario,
pero nada para ensuciar una gran jornada.
Se hicieron cortas, en todo caso, las poco más de dos horas.
Y es que es una década la que se recuerda, y la suma de los minutos de la
actuación siempre parece insuficiente para
Los Mismos De Siempre y para La Renga. Pero el tiempo se impone. En fin.
“Diez años más, y diez más, y luego otros diez”. Lo dijo Chizzo. Y sabemos que
así será. “Hasta que nos dé el cuero”, insistió. Allí estaremos.
Urbano Matus
Set List
1
Panic Show
2
A tu lado
3
Canibalismo galáctico
4
Tripa y corazón
5
Almohada de piedra
6
Motoralmaysangre
7
Algún rayo
8
Detonador de sueños
9
Ciudad futura
10
El twist del pibe
11
Poder
12
El rey de la triste felicidad
13
Dioses de terciopelo
14
Llenado de llorar (acústico)
15
En el baldío (acústico)
16
La nave del olvido (acústico)
17
Psilocybe mexicana
18
Balada del diablo y la muerte
19
Despedazado por mil partes
20
Arte infernal
21
Al que he sangrado
22
Lo frágil de la locura
23
La razón que te demora
24
El revelde
25
El final es donde partí
26
Hablando de la libertad
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