martes, 22 de enero de 2013

El rock es orfandad


El rock es orfandad, enojo, viudez, celebración, bailes y resacas.
El rock es la sirena de emergencia que anuncia los desastres y las fiestas, “creación interceptada por el destino” o algo así.
Desde aquel que cantamos en la cárcel –la real tanto como la del espíritu- hasta el “rock and roll de rabia, el tango del futuro” .
El rock recoge las palabras que quedan botadas después de los incendios, después de los accidentes de tránsito, después de cada terremoto, cómo no.
Entre el rock and roll bueno y el malo y el pésimo también, nadie puede distinguir con claridad. El corazón borracho tendrá sus razones en la oreja, que quiere seguir oyendo. O en los pies, que querrán seguir bailando hasta que el sol venga y nos resucite.
Amigos y enemigos por igual,
Buscadores del orgasmo más barato: “Bienvenidos al banquete” . Porque
esta electricidad sagrada nos convoca y nos reúne.
Porque entre ruinas, explosiones, estafas y ceremonias, el rock and roll es dueño de la sangre y de la piel y los pulmones.
Se traga todo y todo es aceptado por su voz. Desde el aullido del esclavo hasta el murmullo cobarde del empleado del mes.
Todos debiésemos llevar estos audífonos ocultos de la vista de la jefa, para seguir oyendo el día entero y la maldita noche por completo, el pulso, el beat, el golpe y la patada de los que solamente quieren aprender a volar una vez más.
El rock es latitud, destello, cuchillazo y carcajada. Ciudadela donde todos los espejos te conocen.
Y no nos importa que cada cierto tiempo robe nuestras monedas. Esa electricidad sagrada nos mantiene en pie.

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